09 agosto 2006

De la indiferencia y la solidaridad

De la Indiferencia

Javier Bauluz (UPIFC).Una pareja de bañistas observa indiferente el cadáver de un inmigrante ahogado tras el naufragio de su patera.Zahara de los Atunes (Cádiz), otoño de 2000.

Cuando Javier Bauluz, captó esta imágen, se produjo un shock en la sociedad española. Riadas de inmigrantes cruzaban el estrecho a diario buscando una esperanza y muchos dejaron la vida en el camino. La oleada era tan abrumadora que lo que en principio sorprendió y llamó la atención luego se conviertió en una rutina casi hasta molesta, una costumbre. Pero esto fue un impacto, porque se sabía de muchos que no llegaban a la otra orilla ni con un aliento para darse cuenta de que habían conseguido cruzar, pero no que eso se captara en una foto y que demostrara nuestra impasividad ante tales hechos. No somos así¡¡ pensó gran parte de los españoles, no somos tan crueles, tan inhumanos. Incluso se llegó a acusar a este fotoperiodista de trucar la foto. Y se abrió un debate moral.

En esos tiempos, el Premio Nobel José Saramago escribió en La Vanguardia este artículo:

Llamado por la muerte

por Jose Saramago, Premio Nobel de Literatura.

Cuando Javier Bauluz bajó a la playa de Zahara ya sabía que se
iba a encontrar un cadáver. Javier Bauluz es fotógrafo, en sus cámaras tanto
caben besos como cuerpos destrozados. Si los besos se tornaron indiferentes por
la vulgaridad y monótonos los muertos por la multiplicidad, la culpa no es suya.
De él se espera que retrate lo que ve, no lo que le gustaría ver. En septiembre
las playas están llenas de bañistas. A veces las olas traen un aguamala, un
pecio, una concha partida, una bola de alquitrán. La concha y los pecios pueden
interesar a artistas y coleccionistas del ready-made, el alquitrán y la aguamala
hay que retirarlos con prontitud para evitar las justas reclamaciones de los
turistas de fuera y de dentro. A veces es un ahogado quien recala a la costa,
alguien a quien nadando le faltaron fuerzas o ya no las tenía cuando la patera
se hundió. Entonces tres cosas pueden suceder ante el muerto tendido en la
arena. Que los bañistas acudan y lo rodeen compasivos, pero eso no durará mucho
porque la compasión, como sabemos, se cansa fácilmente. Que los bañistas,
tocados en su sensibilidad, enrollen la toalla y regresen a casa, pero eso
significaría perder las últimas horas de playa porque, como igualmente sabemos,
el mundo va a acabar mañana. Que los bañistas sigan en lo suyo, ya que el
muerto, muerto está, y, si es verdad que durante unas horas será un deslustre
para la playa donde arribó, no la deslustrará más que la impertinencia del
alquitrán, de la concha partida, del pecio y la aguamala. Y es en ese momento
cuando aparece Javier Bauluz. Viene a realizar su trabajo. En otra ocasión tal
vez lo atraería la translucidez de la medusa, la tabla mojada por los océanos,
la cáscara vacía, el chapapote viscoso, hoy ha venido llamado por la muerte. No
tiene la culpa de que los bañistas no se hayan retirado o de que no lloren
alrededor del cadáver. Hace su trabajo, fotografía lo que allí está, el muerto y
los vivos, fotografía tantas veces cuantas considera necesarias, desde tantos
ángulos cuanto el arte de la fotografía prevé, admite y enseña. Dirá con sus
imágenes lo que todos ya sabíamos: que los vivos, por la simple razón de que
todavía están vivos, repelen automáticamente la evidencia de la muerte, incluso,
o sobre todo, cuando la tienen ante los ojos o al alcance de la mano. Un día
escribí que el muerto es el mejor amigo del vivo. Aquél cadáver en la playa era
un amigo que venía a recordarnos que estamos siempre a la vera de morir, que no
vale la pena que volvamos la cabeza hacia otro lado, porque la muerte puede
estar a punto de tocarnos el hombro diciéndonos: “Estoy aquí”. Javier Bauluz
bajó con su cámara a la playa y dijo: ”Está ahí”. Pero nosotros preferimos hacer
como que eso no nos atañe, aprovechamos la última caricia del sol para
sumergirnos otra vez en las olas, intercambiamos unos besos más y unas caricias
con quien nos acompaña, nos tomamos unas cervezas, o un helado de vainilla,
exclamamos: “Una tarde espléndida”. Y somos inocentes, no hemos hecho mal a
nadie. Lo vivos se justifican siempre, realmente no sería sensato exigirles que
a todas horas vuelvan la cabeza hacia este lado, el del dolor, el de la miseria,
el de lo que podía haber sido y no será.

Javier Bauluz sólo es reo de un delito:
el de creer que podíamos ser de otra manera. Honra le sea dada, por eso
.

Publicado en el Magazine de La Vanguardia, 2 de Marzo 2003

Yo era una de tantas que creía que éramos de otra manera. Eso ocurrió en el sur de España, pero más al sur, al compás que aumentaba el goteo de africanos llegados de la mar, se iban levantando desde algunos sectores ciertas iras con toques xenófobos imposibles de creer en esta tierra históricamente emigrante.

Me rebelé ante esa evidencia, no¡¡, nosotros no somos así, no podemos ser así, y pasé tiempos frustrada, porque no podía consentir que mi pueblo, aquel que desde que se tiene referencias históricas fue un ir y venir de culturas, y conocido siempre por su hospitalidad y la humidad de sus gentes ...brotaran tales animadversiones.

Y hoy me alegra decir que quizá no podamos cerrar los ojos tan facil ante la tragedia ajena, y quizá cuando alguien ve a un semejante en peligro o sufriendo no pueda volver la vista y continuar tomando sol como si nada y se lancen a socorrer a unos hombres en apuros con lo poco que tienen al alcance de las manos.

Quizá los que hace unos años creímos que éramos de otra manera, nos podamos sentir fugazmente felices porque unos marineros de Santa Pola pusieron sin querer en evidencia las sinrazones de los Estados y, porque los bañistas de la playa de la Tejita no pudieron mirar hacia otro lado.

Yo al menos sí me siento feliz y más, si cabe, por ser en mi tierra y ser mi gente.

Quizá mañana tenga una nueva razón para frustrarme, pero también estoy segura de que si este hombre estuviera en esa playa mañana y a ella arribara otra barca, volvería a hacer lo mismo sin pensar que se cansó de compadecerse del dolor ajeno.

Amartya, 10 de Agosto de 2006

De la Solidaridad

EFE. Playa de La Tejita. Tenerife. Islas Canarias 31 de Julio de 2006.