24 octubre 2006

De las savias


Paseábamos en ese día azul de inicio otoñal por el camino aderezado en el parque para los visitantes.

El agua del río se remecía en la orilla y sobre ese monte crecían diferentes especies, propias del lugar y ajenas a esas tierras.

Quedé embebida en el ambiente, dando vueltas a mí alrededor tratando de recoger con todos los sentidos aquella estampa que me brindaba la naturaleza.

Me quedé observando un árbol curtido por el sol y te busqué con la mirada. Estabas de espaldas a mí, justo el de enfrente te había cautivado y ya buscabas la forma de captar con la lente aquello que tus ojos adivinaban.

Volví a mirar atrás, justo al que despertó mi curiosidad. Los dos árboles plantados uno frente al otro a saber desde qué tiempos se contemplaban. Tú retrataste cómo uno dejaba entrever los rayos solares abriendo su copa para compartirlos y yo, como el otro recibía su calor, resplandecían sus hojas y abría sus ramas en un abrazo con el sol, como si disfrutara de aquel día templado que su compañero le regalaba.

Quedé absorta observando esa postal. Cuantas vidas habrían pasado el uno mirándose al otro, contemplándose y recibiendo los aromas y los castigos del tiempo juntos. Ajenos al continuo rastro de las visitas o de las celebraciones místicas. Protegiéndose el uno al otro de los embates del viento y de la lluvia, y repartiéndose el calor del sol primaveral. Mirándose, entendiéndose y amándose como únicos compañeros y tendiéndose las ramas para combatir las soledades.

Entendí que estaban obligados a hallarse, que en arrebatos de furia era imposible dar media vuelta y colocarse al otro lado del parque……..y que habían optado por el ejercicio de la comprensión, de mirar más allá de lo que su apariencia externa daba a entender, y tratar de encontrar la invisible esencia del otro convirtiéndolo en un juego entretenido y satisfactorio.

No existían temores en ese instante, se desnudaban mutuamente en silencio descubriéndose todos sus secretos, con la confianza ciega de que jamás sus miedos e inseguridades serían traicionados. No se sentían frágiles ni humillados, se habían permitido atravesar los muros de sus fortines sin sentirse atacados y compartían su savia sin recelo.

Pudimos habernos sentado tú en un tronco y yo en otro, y perder el tiempo de adivinarnos y de mirarnos por fin a los ojos, de decirnos con la mirada y abrigarnos el alma,..

No lo hicimos. Sin darnos cuenta nos habíamos ido quedando relegados del grupo y ya llevaba bastante trecho de adelanto, así que nos esforzamos por alcanzarles.

Nos salvamos de mirarnos adentro una vez más, de dedicarnos ese tiempo a tocarnos el corazón, y a compartir las emociones que van más allá de las palabras.

Amartya , Agosto 2006
(Hoy comparto este texto que escribí en Agosto de este año, y esta es una de las imágenes en las que me inspiré, una foto que saqué cuando estuve en el Jardín Botánico de la Universidad Austral de Chile un día precioso de inicio otoñal).

1 Comments:

At 4:31 p. m., Blogger Ximena said...

Poderoso texto y poderoso recuerdo. Me gusta mucho como escribes y lo que transmiten tus textos. Tienen mucha capacidad de trasportar a otras dimensiones espaciotemporales.

Un saludo!!

 

Publicar un comentario

<< Home